Güigüí son 2 barrancos (orografía típica de las islas) que se solapan y termina en dos playas, Güigüí-chicho y Güigüí-grande. El nombre las define claramente. La playa grande tiene más arenal, pero la llegada normal por el barranco es por el chico que fue donde hicimos la acampada. El paso de una playa a la otra se podía sin problemas. Por cierto, que cuentan que según la época del año y debido a las corrientes, en una playa hay más arena y en la otra menos.
Al lado de la acampada había una cascada (pequeña) de agua fresca y limpia que nos permitía lavarnos y ducharnos, y utilizarla de agua para beber. Es decir, utilizada como agua corriente. Veo por lo que cuentan ahora que esto ya no queda.
En el barranco vivía un amigo y exalumno, Luis en una chavola (que podría ser perfectamente la que sale en una de las fotos) y no recuerdo con exactitud si vivían 2 o 3 más. Podríamos calificarlos como los últimos románticos, o los últimos hippies. Su vida se basaba en el trabajo y en el trueque. Plantaban en le barranco, un poco de todo, desde tomates hasta trigo. También tenían unas cabras de las sacaban la leche y el queso.
Todos o casi todos los días venían desde la Aldea para pescar por el método del chinchorro. Los habitantes de barranco trabajaban tirando de las redes a cambio de su parte de pescado. También utilizaban a los pescadores para los encargos del pueblo y para el trueque. El pueblo de la Aldea, para un buen pateador como eran ellos, entre ida y vuelta podrían ser unas 9 horas de trayecto, subiendo y bajando barrancos. Nunca lo hice, ni se me ocurrió.
Al tener el amigo dentro nos fue más fácil entablar relación y fuimos cambiando nuestra comida (les dejamos toda las que nos sobró) por sus productos, y entre ellos el pescado diario. Es decir, comíamos pescado fresco todos los días, pescado que limpiábamos directamente en el mar. Normalmente era lo que podemos llamar pescadito, que preparábamos, bien frito o a la brasa.
Con Luis también aprendimos a apreciar el gofio, producto muy energético, muy adecuado antes de una buena caminada. En concreto el desayuno del día de la vuelta lo hicimos en la choza de Luis, con gofio. El nos hizo de guía en el camino de vuelta, nos hizo de guía en todos los aspectos: nos llevó por pequeños atajos, nos distribuyó bien la carga, marcó un ritmo bueno, animó a las chicas a no parar. Y dio su resultado, el camino de vuelta lo hicimos aproximadamente en 3 horas, marcando una clara diferencia con el viaje de ida. Luis caminando solo le llevaría mucho menos tiempo, ya que su habilidad estaba próxima a la de las cabras.
También vivía en el barranco “El Suizo”, personaje que nunca vimos en la semana que allí estuvimos, que tenía una casa en el alto (los restos se ven en las fotos). A la casa llegaba cable de luz y de teléfono. Parece que era un tipo de dinero que le gustaba aquello. No se si tendrá que ver con la historia que cuentan en este enlace, en la que los años 80 gran parte del barranco fue comprado por una empresa suiza.
Por cierto la historia de los barrancos más salvajes de la Isla: Veneguera, Tasarte, Tasartico y este de Güigüí, y su intento de urbanizarlo viene desde los años 80. En este enlace tienes otro apartado de la historia.
Volviendo al barranco, como se pueden imaginar lo que se podía hacer allí no era mucho, estaba entre los paseos por los barrancos, ver como trabajaban ‘el campo’, las charlas, intercambio de información, la playa y la alimentación. Cuanto más lo pienso esto no es poco, y más en estos tiempos, de prisas, agobios, gente por todos lados. Las reflexiones las dejo para otro punto.
Para terminar con la ruta, indicar que tienes otro enlace, en formato en pdf, que describe con bastante precisión como es el camino.
Para terminar con la ruta, indicar que tienes otro enlace, en formato en pdf, que describe con bastante precisión como es el camino.
Nota: en la foto se pueden los restos de la casa del suizo, Güigüí-Chico. Siguiendo la entrada que da la sombra estaba la cascada, y la acampada la hicimos próxima a la playa. Esta ligeramente cambiada.
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