martes, 5 de enero de 2010

Instituto Alonso Quesada Las Palmas

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Cuando desperté de la anestesia del trasplante en el mar de confusiones y alucinaciones que viví los primeros días, mis recuerdos me llevaban a Canarias, a la época que viví en Las Palmas de Gran Canaria. Las causas, supongo que se corresponden con momentos felices de mi vida. En esos factores influyeren varios, la edad, llegué con 24 años y el Instituto Nacional de Bachillerato al que fui destinado, el Alonso Quesada.

Mi primera impresión del instituto no es la mejor, un muro de unos 3 metros de alto, terminado con un alambre de espino. Parecía una cárcel. Paso el patio interior y me encuentro con la puerta principal que se encontraba como reventada como para un robo. Voy camino del despacho de Director, y también veo que está reventada y un puerta cerca de Secretaría rota. Pienso: “Dios mio donde me he metido”.

La convivencia con compañeros y alumnos me hacen cambiar de opinión del centro, no del edificio (empezamos un reivindicación de un nuevo edificio que culminó sobre el 92). Pero si me encuentro con un Departamento de Matemáticas muy joven con gente entre los que recuerdo a Paco Gil (otro gallego), José Luis, Marcos, Pericacho y el jefe un andaluz de Martos que era el más veterano Manolo de La Rosa. Esta juventud nos llevó a trabajar e iniciar una colaboración en grupo, donde resaltaban la veteranía de Manolo y el saber matemático de Paco. Pero era el grupo de profesores con actividades, ya no solo con los alumnos, sino entre profesores. Fotografía, con excursiones de sábado con comida incluida, el equipo de Futbito (Juani, Juan Carlos, Marcos, Jose Luis, Eduardo, Placido, Cristobal, Manolo….) que jugamos nuestra liga entre centros recorriendo la isla. Aún recuerdo un partido de “futbol grande” que nos llevó Juani a un pueblo Caideros, donde el campo estaba construido de manera que parecía que habían cortado un volcán por su parte superior, de manera que a derecha e izquierda eran barrancos y cuando se iba la pelota era una odisea. También recuerdo, por estas fechas a la vuelta de navidades, la comida de la nacionalidades, comida de buena parte del claustro en algún lugar de la isla, donde los distintos peninsulares llevábamos algo para comer. El plato fuerte era lacón con grelos (grelos solo el primer año, no los volví a llevar), pero allí estaban las morcillas de Burgos de Pilar, las longanizas mañas de Paniego, y otra viandas más. En compensación los canarios nos invitaban a “Sancocho Canario”.

El centro tenía tres turnos, que eran casi tres mundos separados. Los tres primeros años di clase en el nocturno, por propia elección, donde la convivencia entre profesores y alumnos era mucho mayor. Una gran parte de los alumnos eran mayores que yo, y otros muchos de una edad similar. Desde luego fueron años donde aprendí mucho, en todos los aspectos, y en el académico donde aprendí a adaptarme al nivel del alumno, que era muy bajo. Tenía que empezar en 1º de bup con las cosas más elementales, pero sus ganas de aprender erar muchas.

El cuarto y último año la implicación en el funcionamiento del centro fue mayor al participar del equipo directivo que dirigía Manolo, como Secretario. Partiendo de la casi nada, el esfuerzo y dedicación fue enorme. Recuerdo dos datos, la compra de un ordenador Apple IIe y la informatización de la Administración (o comienzo), todo un esfuerzo ya que no había disco duro. Y otra que recuerdo es el famoso Reglamento de Régimen Interior, en los años que llevaba siempre se hablaba de él que ese año se haría, pues por fin se aprobó, por lo menos para ese año. No sé lo que duraría. No importaba que tu estancia en el cargo o en el centro fuese de 1 año, la gente se implicaba.

Las Palmas no fue solo el Alonso, pero el Instituto me marcó mucho, era un centro que tenía su propia identidad, en los carnavales (que es otro mundo) de repente te encontrabas con un grupo saltando en el medio de la gente y cantado al grito de de ..”Alonso…Alonso…” era toda una seña de identidad.

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