Una relación de anécdotas e historias variadas en relación con el Colegio Mayor son muy amplias, además de las que quedan olvidadas, y puede que rescate alguna en otra ocasión. Ahora solo quiero hacer resaltar una diferencia de los tiempos, ahora es un centro mixto que en aquellos eso era impensable, incluso para hacer fiestas, como carnavales, además de los permisos correspondientes, el horario era muy acorde con el momento. La otra historia era la hora de cierre, las puertas se cerraban a las 12 de la noche, con lo cual ya sabías lo que ocurría, pero no significa que no hubiese alternativas. Veamos una evolución en los 5 años.
En el primer año lo que predominaba era la subida por las dobles. Las dobles eran unas habitaciones situadas en el primer piso en una esquina del edificio orientada al norte y a un descampado. He cogido esta foto de la web, ya que aunque eso era un descampado las dobles son las habitaciones del 1º piso que se encuentran al fondo. Lo que no recuerdo es ese saliente.
La técnica era muy sencilla se trepaba en la planta baja por la reja de la ventana y desde una habitación (con mucha frecuencia la mía, ya que era la más alejada de todas) se tiraba un manta y a trepar por ella o en muchos caso a tirar como si de un saco se tratara. Esta era utilizada para las llegadas tardías y también en la época final de curso cuando estudiábamos por la noche para bajar sobre las 3 de la madrugada para ir a por pan fresco en una panadería que había al lado, los trepadores venían cargados y luego tocaba el reparto del pan por las habitaciones. Dicen que es malo, pero meterle al pan caliente recién salido del horno unas barras de chocolate, está de vicio.
Lo pienso ahora y puede ser un poco de locos, o mejor de la edad, ya que alguno que subía no lo hacía en las condiciones físicas adecuadas, pero nunca pasó nada que afectara a la integridad física de las personas. Esto es un reflexión para tanta prevención que se ve ahora, que está muy bien, pero a veces nos pasamos, sobre todo con los niños.
Especial mención merece un episodio que debería permanecer en la historia de la residencia. El retorno de las fiestas de la Asunción a finales de mayo aproximadamente, la llegada de la verbena fue excesivamente numerosa y se aplicaba el procedimiento habitual, y a la salida de las dobles estaba el Sr. Director tomando lista, y en momento dado entra en la habitación en la que me encontraba ayudando y a un amigo lo coge justo con un pie de cada lado de la ventana. Lo que se diría, cachada en toda regla, y todos citados al día siguiente en el despacho. Dos personas consiguieron escapar, pero D. Marcelino, que así se llamaba el Director, cogió su coche 124 rojo y en la bajada de Pelamios los invitó a subir al coche y a su despacho al día al siguiente. Las sanciones terminaron con la expulsión de estos dos últimos y llamada de atención general.
En otro año empezaron a circular llaves de la entrada principal, pero como es lógico eso duró muy poco, por parte del hábil y sigiloso Sr Director fue pillando rápidamente y se terminó esta circulación de dichas llaves.
Siendo ya más veterano, tuve en mi poder durante 1 curso una llave de una puerta poco conocida (que sale en la foto) y que mantuvimos en secreto entre un grupo. Esta llave en lo que yo tengo conocimiento nunca fue descubierta. Esta llave la heredé de un veterano y a su vez se la pasé a otro. Al año siguiente, con Franco ya bajo 500 toneladas de peso, se le podía pedir la llave al Director, mediante justificación y así poder salir.
Ya en el último año que estuve en la residencia fui nombrado decano y además de otras labores tenía llave en mi poder de manera oficial, con lo que tenía libre circulación y que podía ceder bajo mi responsabilidad a otra persona y ser usada, sin más condición que ser comunicada a la Dirección por si pasaba algo.
Ahora el centro es mixto, pero no revuelto (como me comunica una colegiala actual) con hora de entrada hasta las 2 y si es posterior con firma para que quede registrada a efectos de conocimiento.
Y repito una frase en contraposición con la que decimos habitualmente: “todo tiempo pasado simplemente fue anterior”
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